He vivido casi la mitad de mi vida con animales que algunos consideran comida. En todos esos años viviendo con animales rescatados he tenido que limpiar lágrimas y sangre, curar y ser paciente en procesos de cerrar heridas que no son solo físicas. Los he visto temer al humano, incluso al que los ha rescatado. He visto sus ojos llenarse de terror al pensar que serán maltratados por el menor movimiento de nuestras manos. Los he visto aprender a confiar y disfrutar de una nueva oportunidad, agradecer cada rayo de sol y saborear su comida. Los he visto llenarse de valor para enfrentar de nuevo al mundo.
He disfrutado todas sus personalidades, he conocido sus deseos de libertad.
Muchos de estos animales son bebés, otros son ancianos, muchos han perdido toda su fe en la humanidad, otros han aprendido a vivir con sus miedos.
Y he llorado con ellos, también tengo un montón de heridas que no son físicas, que parece que he heredado de esta experiencia. Siento tanto miedo como ellos.
He aprendido más de lo que pensé que podría saber.
He disfrutado todas sus personalidades, he conocido sus deseos de libertad.
Y sin importar que desde muy temprana edad estoy completamente consciente de la posición de los animales en este mundo (del cual en realidad ellos son dueños y amos), cada día aprendo algo nuevo, entiendo de una forma diferente y más clara el miedo que los animales no humanos tienen hacia los animales humanos.
Desde pequeña, mi sueño era abrir un centro de rescate de animales que la gente considera comida. Sin embargo, una vez comenzó el proyecto, entendí que este no era un centro de rescate, entendí que este era un centro educativo. Este lugar tiene como finalidad permitir que los animales que pudieron escapar de la miseria de la industria hablen de sus miedos y sufrimientos. Es un espacio en el que pueden contar sus propias historias y representar a quienes no lograron salir.
¿Mi papel acá? Yo solo soy una traductora y transmito a la gente lo que cada uno de estos animales quieren decir. Cada uno tiene una historia y un miedo particular; pero todos tienen un mismo deseo. El deseo de libertad: libertad de vivir sus vidas, libertad para disfrutar los rayos del sol, libertad de retozar en el césped, libertad de elegir, libertad para dormir, libertad para soñar.
Queremos que los deseos de justicia, libertad y ecuanimidad sean claros y que no se minimicen por el tipo de cuerpo que se tiene. Queremos que los humanos entiendan que si no se expresan como nosotros, no significa que tengan derechos diferentes de los nuestros. Que la autonomía y el respeto no se miden por la forma del cuerpo o la manera de expresarse. Queremos que se entienda que los animales no humanos, y nosotros sus servidores, solo deseamos respeto, justicia y, por lo tanto, libertad.
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Juliana Castañeda Turner
Juliana es una activista incansable por los animales y la fundadora del primer santuario animal en Colombia, y el primero certificado en Suramérica, Juliana’s Animal Sanctuary.